Llega el frío, las calderas de la mayoría de los hogares empiezan a funcionar y, si no se utilizan adecuadamente, nos podemos exponer a riesgos fácilmente evitables.
Debemos asegurarnos de que todas las fuentes de calor funcionan correctamente, de que han pasado todas las revisiones reglamentarias y de que seguimos escrupulosamente las instrucciones de los fabricantes en la puesta en marcha y en el manejo de los dispositivos.
Si empleamos fuentes de calor sin una adecuada salida de gases al exterior, como pequeñas estufas, chimeneas, etc, también debemos tener la precaución de abrir una ventana cada cierto tiempo, para ventilar el habitáculo donde nos encontremos.
La mala combustión del material empleado para la producción de calor, bien por mal funcionamiento del sistema o bien por una obstrucción de la salida de humos, puede provocar la emanación de gases nocivos y su acumulación en cantidades peligrosas.
El monóxido de carbono se produce por una combustión incompleta del material utilizado como combustible. Es un gas incoloro e inodoro que no irrita las mucosas ni produce tos, ocupa el lugar del oxígeno en la hemoglobina, por la que tiene mucha mayor avidez que el propio oxígeno, e intoxica al paciente, al que primero le puede hacer perder el conocimiento y posteriormente, ocasionar una parada cardiorrespiratoria. En intoxicaciones de menor grado puede provocar dolor de cabeza, nauseas, debilidad, mareos y agitación respiratoria. Hay que tener en cuenta que el paciente mantiene un espléndido color rosado, contrariamente a lo que sucede con otros problemas respiratorios, donde el color se torna algo azulado (cianosis).
El dióxido de nitrógeno se libera cuando las cocinas, hornos de gas y estufas de parafina no funcionan correctamente. No huele ni se ve, pero es irritante para las mucosas y puede causar dificultad respiratoria, sobre todo en pacientes asmáticos y más si las exposiciones son repetidas.
Existen otros productos derivados de una mala combustión, sobre todo con estufas o chimeneas de carbón y leña, que son las partículas de diversos elementos como benzopirenos o radón, que además de tener un alto poder irritante, pueden depositarse en lugares profundos del árbol bronquial, pudiendo favorecer la aparición de tumores.
Por otra parte, el aumento excesivo de la temperatura y de la sequedad del ambiente también puede producir molestias e incluso daños a la salud. Para evitarlos es fundamental disponer de un termómetro y un higrómetro. Lo ideal es que la temperatura no suba de 21º-23º y que la humedad ambiente se sitúe entre el 50 y el 70%. Para conseguir esto, es importante que dispongamos de un termostato que regule en todo momento la temperatura y por lo tanto, gestione el funcionamiento del sistema de calefacción.
Cuanto mayor sea la temperatura, más se resecará el ambiente, dependiendo este factor también del sistema de calefacción utilizado. Así, el sistema de aire acondicionado mediante bomba de calor es el que más reseca. Son buenos sistemas, en este sentido, los acumuladores eléctricos y los radiadores de agua caliente cuya caldera funcione con gas o con gasóleo.
Un ambiente seco provoca sequedad de la piel y las mucosas y es sobre todo esto último lo que puede generar molestias y problemas. La sequedad de la mucosa respiratoria a nivel de nariz, laringe y tráquea, hace que las células defensivas no produzcan el moco adecuado y no eliminen a las bacterias que intentan colonizarlas, con lo que son más proclives a la infección (catarros, gripe. etc). La sequedad ocular puede dar lugar a conjuntivitis. La sequedad de piel, a un aumento de la descamación y picor, que puede precisar de tratamientos cosméticos e incluso dermatológicos.
El incremento de temperatura por encima de determinados niveles, que podríamos establecer en los 25-26 grados, además de producir sensación de calor, que puede hacerse desagradable, reseca más el ambiente y al aumentar el contraste de temperaturas entre interior y exterior, puede disminuir la capacidad de respuesta defensiva del organismo. Los pacientes con enfermedades de las vías respiratorias, como el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, son más susceptibles a estos problemas.
Determinados sistemas de calefacción acarrean problemas particulares. Así, la calefacción mediante hilo radiante o los circuitos de agua que se instalan por el suelo pueden acentuar problemas circulatorios como las varices.
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